viernes, 13 de abril de 2018

Lo que opina Raúl Vacas

Podéis ver más información de Raúl Vacas en estas direcciones:


1 - ¿Cómo definirías tu poesía? ¿En qué proporción su temática y estilo surgen espontáneamente o son provocados?
Mi poesía tiene muchas caras, es poliédrica. Cuando escribo para niños me apoyo en la tradición, en los juegos de palabras, en el humor. La realidad pasa a un segundo plano y en los poemas las historias son descabaladas y absurdas.
Cuando escribo para jóvenes procuro acercarme a sus temas e intereses. Aquí también tiene cabida el factor lúdico, el reto, la dificultad de estilo pero sobre todo la ironía y el humor.
En muchos de los casos el estilo es provocado. Hay un juego o un reto detrás que estimulan ese ejercicio de estilo. Yo soy muy oulipiano. Me gusta jugar, ensayar, poner a prueba mi paciencia y mis capacidades.
Pero también necesito escribir con más libertad, sin atender a un tipo de estrofa o al cómputo silábico. Cuando escribo sin ninguna pretensión, o sin pensar en algún público definido procuro hacerlo en un margen de mayor libertad. Mi poesía, en estos casos, es más seria, más introspectiva y muchos de los poemas nacen de un impulso, una emoción o una revelación. Es más espontánea.

2 - Así como los pintores de larga trayectoria se dice que pintan siempre el mismo cuadro ¿Crees que el poeta que escribe habitualmente está elaborando siempre el mismo poema? ¿Cuál es tu caso?
No lo creo. Aunque elegir un tono de escritura y mantenerse fiel a él puede ocasionar, a largo plazo, que haya poemas parecidos en su discurso y su forma. La poesía puede entenderse como un todo, como un proyecto, al igual que la vida. Si pensamos en esta idea no sería descabellado afirmar que el cuadro es uno, único, ya sea la vida o la poesía, pero la técnica, la mirada, el estado de ánimo con el que interaccionamos con el cuadro, el poema o la vida son diferentes a lo largo del tiempo. Yo trato de abordar cada libro como un nuevo desafío y suelo proponerme nuevas metas. No miro en una única dirección. Procuro tocar todos los palos y emplear casi todas las herramientas a mi disposición. Hay quienes solo emplean la gubia para tallar sus versos y me parece bien pero yo necesito probar otras herramientas. Entiendo la poesía como un oficio artesanal, como un laboratorio de pruebas, como un espacio para la alquimia.
Hay discursos que parecen encajar a la perfección en un romance, una décima o un soneto. No sólo es importante contar, o versar, hay que saber cómo y con qué herramienta ese cuento o verso llegará con más fuerza al lector o al oyente.
Yo procuro variar el cuadro, desde el tapiz hasta el marco.

3 - ¿En qué modo crees que tu poesía sirve o puede servir como terapia para tus lectores o para ti mismo/a?
Que la poesía tiene un carácter terapéutico es indudable. Un buen poema puede reconciliarte contigo mismo o con la vida, puede mostrarte el camino que hay que recorrer, puede ofrecerte una dimensión más profunda de algo o de alguien. El consuelo e incluso el duelo se hacen más llevaderos con palabras. Necesitamos desahogarnos. Necesitamos compartir, echar fuera lo que atenaza nuestra garganta o nuestro corazón. Marjiatta Gottopo escribió hace tiempo: “Preguntarme qué pienso de la poesía es preguntarme dónde y cuándo un poema me salvó y de qué”.
Yo necesito leer una y otra vez algún que otro poema o libro. Es mi particular terapia. Como lo es la escritura. Escribir para domar el grito o escribir para dar forma a una herida son mi forma natural de expresarme. Yo escribo mejor desde el dolor y la duda que desde la felicidad y la certeza. Me araña mucho más un poema de Chantall Maillard o Alejandra Pizarnik que uno de Jorge Guillén. Soy más físico que metafísico. Mis dolores nacen de la herida que sangra, del amor, de la muerte, de la propia vida.
Hace años escribí un texto crítico dedicado a la moda. En el señalo la proximidad de esta palabra con la palabra “muerte”. Y sugiero al final del texto una nueva lectura pero operando un cambio: la palabra “moda” pasará a ser “muerte”. El nuevo texto revelado por ese cambio es tan brutal que impacta a muchos jóvenes, sobre todo a chichas que han sufrido anorexia. Decía Lope de Vega que quien probó el amor, con todas sus caras, sabe qué es el amor. Lo mismo ocurre con el dolor y el poema es un buen espejo que nos sitúa ante los dolores propios o ajenos.

4 - ¿En qué modo el/la poeta debe, o no, tender a elaborar una poesía de la totalidad?
Quizá el término totalidad suene demasiado rotundo. Yo soy más fragmentario, trato de dibujar esa totalidad con cada una de las piezas del espejo roto en mil añicos aunque a veces el todo no sea la suma de las partes.
Quizá esa totalidad debería afectar a los temas y a la formación del poeta. Un poeta debería de estar preparado para nombrar, en clave poética, cualquier asunto, cualquier particularidad y con las herramientas oportunas para ello. Pablo Neruda tenía esa cualidad, cifrarlo todo en clave de poema. Todo lo que miraba lo convertía en poesía. Y quizá sea ese el espíritu del haiku japonés, nombrar lo universal a partir de lo particular, con una mirada poética que lo abarca todo o casi todo.

5 - Musicalidad (con o sin rima), contenido, lenguaje poético: ¿de cuál de estos tres pilares podría deshacerse un poema e incluso así, seguir teniendo calidad?
Considero importantes los tres pilares. Un poema necesita sonar bien afinado al oído, esté provisto o no de rima o de una estructura estrófica. Hay poemas que no cuentan nada pues las palabras son inventadas y únicamente dibujan una textura pero su eufonía y su concierto hacen que ese lenguaje subjetivo se torne a la percepción casi objetivo. Oliverio Girondo es capaz de envolvernos de ternura o de erotismo con muchos de los poemas de su libro “En la másmedula”.
Tampoco es preciso que el lenguaje sea estrictamente poético para insinuar que hay poesía. La sencillez en ocasiones es tan poética y tan directa como cualquier gran metáfora. Importa el contenido si se asienta en cierta profundidad, si ese contenido provoca en nosotros un efecto secundario, una reacción, una pregunta, una revelación o una duda.
Las tres son patas imprescindibles para la estabilidad del poema. Pero no tienen que darse siempre todas para que el poema sea bueno.

6 - ¿Hasta qué punto es deseable que un poema sea sencillo, desnudo, corto? ¿Es el paradigma del buen poema, conseguir delegar en el lector el mayor peso posible, a la hora de interpretarlo?
Dice Antonio Gamoneda que un poema no está completo hasta que no ha pasado por la mirada atenta del lector. Este lo hace suyo, le otorga su significado y no tiene por qué ser el mismo significado con que fue escrito. El lector tiene que tomar partido en el poema, es su interlocutor, aunque no sé cuál sería la proporcionalidad justa para que ese feedback sea lo más fructífero. No todo en poesía responde a parámetros de comprensión o de lógica. Hay poemas que apenas nos sugieren cosas y que operan cierta fascinación en nosotros.
Es importante ofrecer algunas claves para su posible interpretación. En ocasiones se complica mucho el mensaje y esta falta de comprensión se vuelve un obstáculo para el poema. Hay mucha gente que no lee poesía porque señala que no la entiende. Tal vez siempre pensaron que hay que acertar a ver o a intuir qué quiso decir el escritor, como cuando hacíamos un comentario de un texto literario, y que por tanto la interpretación tiene que ser infalible y adecuada a ese propósito y no se dan cuenta de que el poema es muy distinto en cada voz y en cada mano.
Yo juego deliberadamente con la dificultad en la lectura, no con la dificultad en el contenido. Le doy la vuelta a un poema para que tenga que ser leído en un espejo o descoloco las letras en las palabras para que el lector tenga que encontrar el sentido del texto. Y eso me permite hablarles del esfuerzo. De cómo un poema tiene sentido si nos esforzamos por entenderlo y hacerlo nuestro. Si también el lector puede jugar con las piezas de ese puzle.

7 - ¿Favorece a la poesía actual la gran variedad de temáticas y la ausencia de monolitos generacionales como los del 89 o 27?
A mí la variedad me gusta, y mucho más en poesía. Hay muchas voces distintas y distantes en la actualidad y eso enriquece el panorama poético. Y muchas de esas voces son mujeres con una gran calidad. Pero así como ha resurgido el interés por la poesía es cierto que hay un descenso de la comprensión lectora, e incluso de la exigencia lectora. Interesa un lenguaje sencillo, fácil de comprender, sin un gran despliegue metafórico. El endecasílabo blanco parece ser la tónica general en el discurso poético así como el verso libre. Aquí hay más uniformidad. Pero el concepto de poesía se ha amplificado y extendido más allá del papel: la perfopoesía, la poesía fonética, la poesía visual, la canción de autor o el rap comparten esa riqueza y esa variedad. Quizá falta un mayor compromiso colectivo en torno a lo social.

8 - ¿En qué proporción el/la poeta deben vivir, más que escribir, o viceversa, para alcanzar un nivel elevado de calidad y honestidad en su creación?
Gonzalo Moure, un excelente escritor y amigo, habla con frecuencia de “escribivir”., cuando la vida y la escritura van de la mano. Es preciso que la escritura se cuele en la vida y viceversa, que lo vivido se traduzca en literatura además de en vivencia.
¿Qué sentido tiene escribir sobre la realidad si luego uno no vive de acuerdo con lo que escribe? Tiene que haber una sintonía ética y moral entre el mensaje escrito y el mensaje vivido. O que no discurran por cauces diferentes.
De poco sirve señalar la honestidad en un poema si luego desoímos esa honestidad en nuestro proyecto de vida.
Yo vivo y escribo a partir de lo que cosecho en la vida. Y escribo para entenderme con relación a mi propia vida y la vida de los otros. Y en esa relación con los otros y con la poesía procuro ser honesto.

9 - Cuando creas poemas, ¿en qué medida lo haces con afán pedagógico?
Hay poemas que me sirven como escusa para mostrar un aprendizaje. Emplear deliberadamente esdrújulas en un poema es un buen pretexto para trabajar desde el poema con estas palabras. En ocasiones pretendo que el lector tenga ese papel activo y que haya, incluso algún guiño a la materia de Lengua y Literatura u otras materias. Me gusta parodiar poemas. Hay un romance que publiqué en un libro para niños, “Abecé diario”, que está dedicado al Conde Helado. En realidad es un guiño al Conde Olinos. Habrá niños de primaria que al llegar a secundaria y descubrir este romance traten de relacionarlo con el que leyeron cuando eran niños. Si eso surge, perfecto. Cualquier poema puede llevarse al ámbito pedagógico sin necesidad de que haya nacido con esa intención. El poema es, o debe ser, una herramienta con la que mirar el mundo, el real y el imaginario, y por eso en él siempre hay premio, como en el roscón de Reyes. Pero es necesario enseñar a interpretar el poema y a hablar de él con naturalidad, sin miedo. Ahí es donde debería residir el verdadero afán pedagógico en la poesía. Y en la relación de lo poético con cualquier disciplina.
Ahora estoy trabajando en un bestiario de figuras literarias con un propósito didáctico, conocer dichas figuras y su uso con ejemplos divertidos que puedan manejarse en el aula.

10 - ¿Cuál crees que es la clave para hacer que un recital poético sea atrayente (Música durante la recitación o entre poemas, cantidad de poemas a leer, número de presentadores o lectores, temporalización, cualquier otro complemento)?
Que un recital resulte atractivo depende de muchos factores. Hay poetas que escriben maravillosamente pero no saben comunicar o lo hacen con un gran déficit de emoción y dicción. Un buen recital tiene que ser ágil y participativo. Pero aún vemos muchas iniciativas donde hay más poetas pendientes de la lectura de su poema que público, o recitales que duran más que la película de Ben-Hur, o malas alianzas con la música o recitales que parecen viacrucis o sesiones de psicodrama. El humor y la provocación le sientan bien a los recitales, sobre todo para romper con esa imagen del poeta o la poeta en éxtasis declamando sobre un pedestal o atril. Yo he frecuentado muchos bares y he promovido incluso muchos recitales en varios locales de Salamanca. Hicimos muchas travesuras hace años y conseguimos crear un público fiel gracias al humor y al ambiente desenfadado que procurábamos. Recuerdo un buen amigo al que llamamos el “fisioterapoeta”. Lo invitamos a un recital para hacer coincidir sus dos pasiones, la fisioterapia y la poesía. Llevó al bar su camilla de masajes y recitaba sus textos mientras masajeaba al público. Fue muy divertido pero también tuvo su profundiad. La poesía se hace más llevadera si se ofrece de la mano de la música, no hay duda.
11 – La famosa pregunta de escribir para uno mismo y/o para los demás.
Cuando uno publica con editoriales que dirigen sus libros a niños y jóvenes es indudable que esa escritura íntima pase a ser pública. Y los poemas, una vez publicados, dejan de ser tuyos.
Pero siempre hay algún libro, o algún proyecto, que nace de la necesidad de escribir para uno mismo. Ese diálogo interpersonal y ese trabajo de mirarse por dentro y de buscar las palabras que expliciten la búsqueda y el hallazgo se tradujeron en mi caso en el libro Señal (Mundanalrüido), tal vez mi poemario más íntimo y personal, donde apenas hago concesiones al juego, donde trato de ser yo, con mis heridas.

12 – Si te apetece, hazte tú mismo/a esta pregunta final y contéstala (por supuesto).
Pues mi pregunta sería: ¿Cuál es el último libro de poesía que has leído?
Cuaderno de campo, de María Sánchez. Un libro editado por La Bella Varsovia que es todo un hallazgo. La propia autora se ha visto sorprendida por el interés que ha despertado su primer poemario que está batiendo records de edición. Un libro duro que nos habla del cuerpo, de la entraña, de la sangre, de las raíces, de la mujer. Y todo ello en el marco del mundo rural. La autora, una joven veterinaria, reclama una nueva narrativa sobre ese mundo lleno de vivencia y emoción en el que se proyecta y se mira. Su libro dignifica el mundo rural, con todas sus maravillas y crudezas. Es un reencuentro con el acervo, el arraigo y la herencia.
Y en la mesilla aguardan otros dos libros con voz de mujer: “La lentitud del liberto”, de Maribel Andrés Llamero (Maclein y Parker) y “La danza de la vieja” de Ana Martínez Castillo (La Isla de Siltolá)









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